Durante mucho tiempo la cuestión
de la definición de un arte “nacional” se planteó como debate entre
intelectuales y artistas. Diferentes opiniones y corrientes fueron influyendo
las prácticas artísticas, mientras se buscaba el camino para sentar las bases
de un arte identitario y propio. A fines del siglo XIX, el eje estuvo centrado
en la construcción de las instituciones, el mercado, el público y la crítica,
en la conformación del campo artístico. Una vez sentadas estas bases, la
cuestión de qué arte podía ser característico de nuestro país se transformó en
central, pensando en términos de estilo y de temática. La generación de
artistas posterior a la del 80 se encontró en un espacio en vías de desarrollo,
heredando las inquietudes de la previa pero dándole un giro diferente, acorde
con el contexto tanto social y político como estilístico. Sus inquietudes se
fueron orientando, frente al academicismo importado de Europa, hacia las nuevas
corrientes artísticas que predominaban y planteaban alternativas al mismo.
En plena naturaleza - 1901 |
Los conflictos
sociales imperaban, acercándose la fecha del Centenario de la Revolución de
Mayo. Frente a la oleada inmigratoria que venía ingresando en el país desde el
gobierno del General Roca, trayendo al socialismo y al anarquismo como bases
políticas reivindicatorias, los intelectuales porteños apelaron a buscar
aquello que hacía a la identidad nacional. Los artistas hicieron lo mismo:
planteándose un panorama que veían como pobre y extremadamente cosmopolita,
apostaron a buscar la raíz identitaria en el paisaje como motivo. Y el
Impresionismo fue la corriente imperante, traída de Europa y transplantada
desde una interpretación americana.
Antes de que
los salones porteños se llenaran de las obras del grupo Nexus (Fader, Quirós,
Collivadino, entre otros) fundado en 1907, el cual fue fuertemente influido por
el Impresionismo de Monet, Seurat y Signac, hubo una figura hito que interpretó
la corriente a su manera. Martín Malharro (1865-1902) tuvo una visión particular de lo que debía
ser el “arte nacional”, con implicancias que excedieron los márgenes
estríctamente plástico-estilísticos.
Nocturno - 1909 |
Habiéndose capacitado en la Sociedad Estímulo
Bellas Artes, viajó por el sur del país, por Rosario y Córdoba, observando los
paisajes autóctonos y la naturaleza. Se dedicó en un principio a la pintura de
historia, al grabado y a la ilustración. Luego partió a Europa, donde se acercó
al Simbolismo y al Impresionismo, las dos corrientes que marcarían un viraje en
su estilo y en sus concepciones acerca del arte y el papel del artista. El
acento en la pintura plenarista (característico del Impresionismo) enseguida
atrajo a Malharro, que conocía la fertilidad pictórica que podía brindar el
paisaje local. Planteándose contra la pintura netamente académica y contra el
eclecticismo europeizante que predominaba, consideró que aquél era el motivo
propio que podía sustentar la base de un arte nacional. Para ésto era necesario
salir al aire libre, contemplar los cambios de la luz, percibir las
coloraciones, estar atento a las variaciones diurnas y nocturnas y su incidencia
en lo natural, hacerse uno con la naturaleza. El resultado de dicha práctica se
ve en obras como “En plena naturaleza” (1901), “Paisaje” (c.1909) y “Un rincón
de Belgrano” (c.1910).
Nocturno - ca 1910 |
A su vez, ciertas
características provenientes del Simbolismo fueron las que tomó y le sirvieron
de base para corregir el cientificismo positivista enraizado en el Impresionismo[1].
Vivir la naturaleza y proyectar el Yo interior en la misma, desde la propia
individualidad del artista, era la base que sustentaba la posibilidad de crear
un arte original y subjetivo. Esta comunión con lo natural, traslación de lo
interno reflejada en lo visto y aprehendido, implicaba una conexión que no
estaba dentro de los márgenes estilísticos en los que se desempeñaban los
jóvenes artistas activos en ese momento. Conexión que se alejaba de la visión
académica estructurada, de la copia repetida de modelos, de la pintura que
tanto había visto recorriendo los museos y salones europeos y que no reflejaba
para él ningún atisbo de interioridad. Aquí el artista era un partícipe activo
en la creación porque ponía de sí mismo una parte en la obra, y la otra la
completaba lo que tenía delante de sus ojos y percibía. Así, la naturaleza
antropomorfizada, aprehendida en sus diferentes momentos, la luz y sus
cualidades, la paleta y sus tonos donde empezaban a aparecer los violetas y los
azules, era el motivo propiamente argentino donde el artista se encontraba a sí
mismo, donde encontraba su verdadera identidad y lugar. Las obras
paradigmáticas de este estilo son los nocturnos que Malharro creó entre 1909 y
1910.
Las parvas - 1911 |
La acción del
artista no sólo se limitó al campo plástico, sino que también se reflejó en
escritos donde plasmó sus consideraciones acerca de la enseñanza artística.
Promulgó que había que olvidar lo aprendido, desligarse de las pautas
académicas y de los estilos que venían tomándose como referencia y hacer foco
en la realidad del país, su geografía y sus condiciones, desarrollando así un
nacionalismo moderno.[2]
Esto mismo lo extendió a sus ideas sobre la necesidad de modificar las pautas
pedagógicas de la enseñanza del dibujo en la escuela primaria[3].
Dichas ideas iban aunadas al pensamiento de que, en Argentina, existía una
dicotimía entre lo propio y lo importado, responsable de lo cual era la
estructura socio- política que venía desarrollándose desde 1880 [4].
Y estaban ligadas, a su vez, a los ideales anarquistas que el artista
promulgaba, contra el materialismo positivista y mercantilista que imperaba en
el país[5].
Por lo
antedicho, Malharro es una figura trascendente dentro de la plástica argentina,
habiendo marcando un punto de inflexión entre la generación previa y el
desarrollo posterior del arte en nuestra región. Su pensamiento y su obra,
ambos interrelacionados, son ejemplo de la interpretación que hizo tanto de la
realidad contemporánea a él, como de la necesidad de un arte propio, individual
y puramente argentino.
Publicado en CRAC! Magazine # 6 - Impresionismo
[1]
LOPEZ ANAYA, Jorge. “Historia del arte argentino”. Buenos Aires, Ed. Emecé,
1997.
[2]
MALOSETTI COSTA, Laura. “Las artes plásticas entre el ochenta y el Centenario”
en José Burucua (ed) Arte, sociedad y
política. Buenos Aires, Sudamericana, 1999. También en: BURUCUA, José
Emilio y TELESCA, Ana María. “El impresionismo en la pintura argentina.
Análisis y crítica.” Premio
Bienal 1988 Ciencias y Humanidades. Buenos Aires, Fundación Caja
Nacional de Ahorro y Seguro, 1988.
[3]
Para profundizar este aspecto, ver CIPOLLINI, Rafael. “Manifiestos Argentinos.
Políticas de lo visual 1900-2000”. Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2011,
p. 72-75 y 83-87.
[4] MUÑOZ, Miguel Ángel. “Un campo para
el arte argentino. Modernidad artística y nacionalismo en torno al Centenario”,
en Wechsler, Diana (coord.). Desde la otra vereda. Momentos en el
debate por un arte moderno en la Argentina (1880-1960). Buenos Aires,
Ediciones del Jilguero, 1998.
[5]
Op.Cit.
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