lunes, 20 de mayo de 2013

Enio Iommi




¿Cómo se pueden eliminar la masa y el volumen en la escultura?. Esta pregunta se hizo Enio Iommi (1926-2013) cuando empezó a formar parte de la Asociación Arte Concreto-Invención a mediados de la década del 40. Él y su hermano, el escultor Claudio Girola, compartían inquietudes con Tomás Maldonado, Lidy Prati, Manuel Espinosa, Edgar Bayley, Alfredo Hlito, entre otros. Éstas partían de pensar un arte colectivo que ubicara al hombre en relación directa con las cosas, no con una ficción de las mismas, a través de la invención. Invención como mecanismo creador vinculado con el hecho de que las obras fueran autorreferenciales: se refirieran a sus propios elementos constitutivos y a las leyes perceptivas, sin funcionar como espejo de lo real sino mostrando su propia e intrínseca realidad.

Sus obras siempre tuvieron  como transfondo su propio compromiso político. En la época concreta los artistas del grupo adherían al Comunismo. El Arte Concreto era entendido como una superación dialéctica de la Abstracción en tanto que, como se dijera antes, rodeaba al hombre de cosas reales y no de fantasmas, estableciendo una relación directa con las mismas y no con un ficción. Esto se lograba a través del arte con obras que no fueran reflejo literal de la realidad, sino que volvieran el análisis a sus elementos constitutivos, entiéndase la linea, el color, el plano, el marco, etc.

En este contexto Iommi se pregunta lo antedicho. Busca desligarse de la escultura tradicional representativa y de bulto, aquella que aprendiera de la mano de su padre también escultor. Se acerca a las ideas del Constructivismo Ruso (Naum Gabo y Antón Pevsner), algunas retomadas luego por los artistas que conformaron en Francia el grupo  Abstraction-création -Art non-figuratif, entre otros. La no figuración es el camino a seguir para desligarse de la  ficción representativa, la geometría es la herramienta y el espacio es el punto de partida para los cuestionamientos y la creación.

La introducción de nuevos materiales como el aluminio y la chapa metálica cortada en el campo de la escultura es innovadora. Con los mismos se abandona la idea de volumen como cuerpo macizo y sólido, se alivianan las formas y se adquiere un movimiento en el espacio que es único. Iommi trabaja muchas veces con lineas a las que cruza, con la intersección de planos, con ondulaciones, siempre buscando que forma y espacio se potencien entre sí. Sus obras parten de una concepción fuertemente constructiva y de diseño. En sí, entiende al espacio como un elemento plástico más y busca apropiarse del mismo. El primer camino para dicha apropiación lo hace empleando la línea, después lo hará trabajando con el plano. Esta es la labor que desarrolla durante sus años de participación en la Asociación y que continua hasta mediados de la década del 70.

Durante el período de la última dictadura en nuestro país, Iommi  siente que necesita nuevos medios para crear en el contexto atroz que se vivía en la época. Aquí es donde comienza a trabajar con materiales “pobres” – botellas rotas, neumáticos, latas oxidadas, etc.- y de uso cotidiano, armando ensambles que parecen precarios si se quiere a primera vista, pero que contienen una fuerza expresiva contundente. La brutalidad, la violencia, la escisión de la realidad, el dolor, lo siniestro, se conjugan en las obras de este período. Aquello que “no se dice” literalmente no se ficcionaliza, se dice en la conjugación de materiales apropiados y unidos expresivamente. Las obras nunca dejan de tener un anclaje contextualizado en la realidad. La poética visual opta por recursos como la metáfora en su decir.

La década del 80 y el retorno de la democracia lo encuentran nuevamente cambiando, encontrando el gusto en lo banal, en lo cotidiano, encontrando la “vigencia de lo barato” según sus propias palabras (1). A la manera del ready-made, descontextualiza los materiales y los expone en su vulgaridad, usando la ironía como recurso para mostrar la banalización generalizada y la estetización de la existencia en la sociedad de consumo. Un nuevo giro en su obra pero con la misma búsqueda subyacente: comprometerse con la realidad, mostrándola desde cierta literalidad que no lo es.

El legado que deja Iommi en el arte argentino es fundamental desde su hacer escultórico, su pensamiento y su compromiso. Siempre vigente, quedará en el recuerdo. Y qué mejor manera de recordarlo, que a través de sus propias palabras:

1  No hay que pensar. Hay que crear, crear lo que aparece.
2  Somos responsables de lo que creamos, creamos.
3  Es preciso aceptar todos los reflejos de la imaginación, de la memoria, del pensamiento, y transcribirlos.
4  No hay que frenarse frente a lo obvio. Primero se dice lo más evidente y después, detrás, aparece lo que     sabíamos o no habíamos dicho.
5  Es preciso suspender completamente el juicio.
6  Negarse, dirigirse a las cosas. Uno también puede ser una cosa, pero entonces la perspectiva es más despojada, no seremos tan importantes.
7  Crear, incluso, lo que parece estúpido. Eso puede conducir a otra cosa.
8  Lo que a uno se le apareció en el momento de crear, debe ser aceptado. Crear es permitir que la elaboración se produzca.
9  Es más importante la constancia que la brillantez. Hay una práctica que realizar. (2)


(1)    AAVV. Arte abstracto argentino. Conferencias: Maldonado, Blaszko, Iommi, Kosice, Lozz. Buenos Aires, Fundación Proa, 2007.
(2)    Op cit. p. 38

    
Publicado en CRAC! Magazine el 19 de mayo de 2013.  


sábado, 11 de mayo de 2013

Paula Modersohn-Becker




Entre las nuevas corrientes plásticas y la pintura alemana de principio del siglo XX, Paula Modersohn-Becker se destacó por ser de las primeras mujeres germanas en conjugar ambas, en un estilo propio y singular.


Alemania, 1889. Un grupo de artistas alemanes se asienta en las cercanías de Bremen y funda la denominada Colonia de Artistas de Worpswede. La intención: vivir en comunidad, reconectándose con el entorno natural, alejados de la vorágine de las grandes ciudades y de todo lo que implicaba la noción positivista de progreso indefinido de la civilización, tan activa en esos momentos. Allí podrían, siguiendo el modelo de la Escuela de Barbizón, realizar obras al plein air reflejando la naturaleza y la vida campesina de las zonas rurales alemanas, lejos de toda estricta pauta académica. Otto Modersohn (con quien se casaría), Carl Vinnen, Fritz Overbeck y Fritz Mackensen fueron algunos de los artistas que convivieron en la comunidad, siendo llamados “el grupo de Worpswede”. Aquí llegó, en 1899, Paula Modersohn-Becker (Dresden, 1876 - Worpswede, 1907).

Modersohn-Becker es considerada una de las primeras artistas mujeres representante del expresionismo en Alemania. Si vemos sus obras pictóricas no nos vamos a encontrar con lo que estamos acostumbrados a entender por expresionismo, a la manera de los representantes de El Jinete Azul o de El Puente. No vamos a ver pinceladas violentas, diagonales pronunciadas, estallidos de color, vorágines de líneas. Es probable que esto sí lo veamos más claramente en sus dibujos y grabados. Pero sí vamos a encontrar el germen que posibilitó todas estas características.

Antes de instalarse en la colonia había estudiado arte en Londres y en Berlín. Esta formación previa académica incluía una base firme en dibujo y pintura. El ámbito de Worpswede le dio a Paula un lugar donde crear mirando la naturaleza y donde aprender a trabajar con los colores y la luz al aire libre. Pero Modersohn- Becker buscaba algo más. Y ese “algo” no se lo daba la vida en la comunidad. Siempre ávida de conocimiento, partió hacia París a fines de 1900, el primero de sus viajes a dicha ciudad. A partir de ese momento su vida y su arte transcurrirían entre Alemania y la Ciudad de las Luces, nutriéndose de lo vivido en ambas.

En sus estadías en París estudió en la Academia Collarosi, en la École de Beauxs-Arts, recorrió el Louvre y el Salón de los Independientes, contemplando los nuevos caminos que estaban comenzando a recorrer los artistas contemporáneos a ella. Conocer la obra de Cézanne en la galería de Vollard fue un acontecimiento que influyó profundamente en su estilo así como su acercamiento a Matisse, Gauguin, Van Gogh y Munch. Los pintores Nabis y a los Fauves, Henri Rousseau y al Picasso del Período Rosa, también la llenaron de inspiración. Sus obras se transformaron a la luz de las impresiones que obtuvo recorriendo las galerías y las exposiciones, embebiéndose de arte moderno.

Las más claras transformaciones en su arte que podemos notar la sueltan de las pautas aprendidas en sus años académicos y en Worpswede y se adentran en sus obras para desestructurarlas. Se puede pensar que las mayores influencias vienen de la línea de Gauguin y Cézanne. La deformación expresiva es una de ellas: se hace evidente en las figuras femeninas, tópico que Modersohn-Becker desarrollara extensamente, donde el agigantamiento de las formas da lugar a una monumentalidad y masividad contundentes. Esto refuerza el simbolismo subyacente en el motivo de la mujer como madre, vinculada con la naturaleza y dadora de vida. La importancia otorgada al simbolismo es probable que le haya llegado de Gauguin y se observa también Odilón Redón, Puvis de Chavanne y Maurice Denis, del grupo de los artistas Nabis. A su vez se hace extensiva dicha deformación a la naturaleza, algo ya trabajado por los post impresionistas, sobre todo Van Gogh, y en el caso de la figura humana en ciertas obras de Picasso, como el retrato de supiera hacer de Gertrude Stein. La deformación viene por un lado de la línea del primitivismo y por otro de la proyección subjetiva de lo emocional en el motivo. La artista empieza además a ubicar estas figuras monumentales en ámbitos con fondos donde despliega motivos decorativos que, si bien en relación son simplificados, remiten al decorativismo desarrollado por Matisse y a Gauguin. La fuerza del color y la pincelada cargada también se notan claramente después de haber conocido París. Si bien no llega a la contundencia ni significación del color de los fauvistas, sí fortalece la paleta y recarga de pintura los lienzos, siguiendo la línea del Post Impresionismo. El análisis de la geometría de la forma desarrollado por Cézanne y fundamental para los artistas posteriores a él también se observa, claramente en las naturalezas muertas que supo crear.

El análisis del corpus de obra de Modersohn-Becker nos deja ver por un lado el desarrollo artístico en la Alemania de principios del siglo XX, específicamente la rama antiacadémica en una comunidad específica y rural como lo fue Worpswede, y por el otro el contexto de influencia parisino contemporáneo, que supiera inspirar y revolucionar la mente de tantos artistas y dar origen a las vanguardias históricas. Murió tempranamente, luego de dar a luz a su única hija. Pero en su corta carrera desarrolló en medio de ambas influencias su propio estilo, el cual la ubica como eje entre el legado de Barbizón y los lenguajes avant garde, y en el cual vemos el germen de la corriente del expresionismo.



Martín Malharro: La cuestión del arte nacional y el Impresionismo en la Buenos Aires de principios del siglo XX.


Durante mucho tiempo la cuestión de la definición de un arte “nacional” se planteó como debate entre intelectuales y artistas. Diferentes opiniones y corrientes fueron influyendo las prácticas artísticas, mientras se buscaba el camino para sentar las bases de un arte identitario y propio. A fines del siglo XIX, el eje estuvo centrado en la construcción de las instituciones, el mercado, el público y la crítica, en la conformación del campo artístico. Una vez sentadas estas bases, la cuestión de qué arte podía ser característico de nuestro país se transformó en central, pensando en términos de estilo y de temática. La generación de artistas posterior a la del 80 se encontró en un espacio en vías de desarrollo, heredando las inquietudes de la previa pero dándole un giro diferente, acorde con el contexto tanto social y político como estilístico. Sus inquietudes se fueron orientando, frente al academicismo importado de Europa, hacia las nuevas corrientes artísticas que predominaban y planteaban alternativas al mismo.

En plena naturaleza - 1901
Los conflictos sociales imperaban, acercándose la fecha del Centenario de la Revolución de Mayo. Frente a la oleada inmigratoria que venía ingresando en el país desde el gobierno del General Roca, trayendo al socialismo y al anarquismo como bases políticas reivindicatorias, los intelectuales porteños apelaron a buscar aquello que hacía a la identidad nacional. Los artistas hicieron lo mismo: planteándose un panorama que veían como pobre y extremadamente cosmopolita, apostaron a buscar la raíz identitaria en el paisaje como motivo. Y el Impresionismo fue la corriente imperante, traída de Europa y transplantada desde una interpretación americana.

Antes de que los salones porteños se llenaran de las obras del grupo Nexus (Fader, Quirós, Collivadino, entre otros) fundado en 1907, el cual fue fuertemente influido por el Impresionismo de Monet, Seurat y Signac, hubo una figura hito que interpretó la corriente a su manera. Martín Malharro (1865-1902)  tuvo una visión particular de lo que debía ser el “arte nacional”, con implicancias que excedieron los márgenes estríctamente plástico-estilísticos.

Nocturno - 1909
Habiéndose capacitado en la Sociedad Estímulo Bellas Artes, viajó por el sur del país, por Rosario y Córdoba, observando los paisajes autóctonos y la naturaleza. Se dedicó en un principio a la pintura de historia, al grabado y a la ilustración. Luego partió a Europa, donde se acercó al Simbolismo y al Impresionismo, las dos corrientes que marcarían un viraje en su estilo y en sus concepciones acerca del arte y el papel del artista. El acento en la pintura plenarista (característico del Impresionismo) enseguida atrajo a Malharro, que conocía la fertilidad pictórica que podía brindar el paisaje local. Planteándose contra la pintura netamente académica y contra el eclecticismo europeizante que predominaba, consideró que aquél era el motivo propio que podía sustentar la base de un arte nacional. Para ésto era necesario salir al aire libre, contemplar los cambios de la luz, percibir las coloraciones, estar atento a las variaciones diurnas y nocturnas y su incidencia en lo natural, hacerse uno con la naturaleza. El resultado de dicha práctica se ve en obras como “En plena naturaleza” (1901), “Paisaje” (c.1909) y “Un rincón de Belgrano” (c.1910).

Nocturno - ca 1910
A su vez, ciertas características provenientes del Simbolismo fueron las que tomó y le sirvieron de base para corregir el cientificismo positivista enraizado en el Impresionismo[1]. Vivir la naturaleza y proyectar el Yo interior en la misma, desde la propia individualidad del artista, era la base que sustentaba la posibilidad de crear un arte original y subjetivo. Esta comunión con lo natural, traslación de lo interno reflejada en lo visto y aprehendido, implicaba una conexión que no estaba dentro de los márgenes estilísticos en los que se desempeñaban los jóvenes artistas activos en ese momento. Conexión que se alejaba de la visión académica estructurada, de la copia repetida de modelos, de la pintura que tanto había visto recorriendo los museos y salones europeos y que no reflejaba para él ningún atisbo de interioridad. Aquí el artista era un partícipe activo en la creación porque ponía de sí mismo una parte en la obra, y la otra la completaba lo que tenía delante de sus ojos y percibía. Así, la naturaleza antropomorfizada, aprehendida en sus diferentes momentos, la luz y sus cualidades, la paleta y sus tonos donde empezaban a aparecer los violetas y los azules, era el motivo propiamente argentino donde el artista se encontraba a sí mismo, donde encontraba su verdadera identidad y lugar. Las obras paradigmáticas de este estilo son los nocturnos que Malharro creó entre 1909 y 1910.

Las parvas - 1911
La acción del artista no sólo se limitó al campo plástico, sino que también se reflejó en escritos donde plasmó sus consideraciones acerca de la enseñanza artística. Promulgó que había que olvidar lo aprendido, desligarse de las pautas académicas y de los estilos que venían tomándose como referencia y hacer foco en la realidad del país, su geografía y sus condiciones, desarrollando así un nacionalismo moderno.[2] Esto mismo lo extendió a sus ideas sobre la necesidad de modificar las pautas pedagógicas de la enseñanza del dibujo en la escuela primaria[3]. Dichas ideas iban aunadas al pensamiento de que, en Argentina, existía una dicotimía entre lo propio y lo importado, responsable de lo cual era la estructura socio- política que venía desarrollándose desde 1880 [4]. Y estaban ligadas, a su vez, a los ideales anarquistas que el artista promulgaba, contra el materialismo positivista y mercantilista que imperaba en el país[5].

Por lo antedicho, Malharro es una figura trascendente dentro de la plástica argentina, habiendo marcando un punto de inflexión entre la generación previa y el desarrollo posterior del arte en nuestra región. Su pensamiento y su obra, ambos interrelacionados, son ejemplo de la interpretación que hizo tanto de la realidad contemporánea a él, como de la necesidad de un arte propio, individual y puramente argentino.






[1] LOPEZ ANAYA, Jorge. “Historia del arte argentino”. Buenos Aires, Ed. Emecé, 1997.
[2] MALOSETTI COSTA, Laura. “Las artes plásticas entre el ochenta y el Centenario” en José Burucua (ed) Arte, sociedad y política. Buenos Aires, Sudamericana, 1999. También en: BURUCUA, José Emilio y TELESCA, Ana María. “El impresionismo en la pintura argentina. Análisis y crítica.” Premio Bienal 1988 Ciencias y Humanidades. Buenos Aires, Fundación Caja Nacional de Ahorro y Seguro, 1988.
[3] Para profundizar este aspecto, ver CIPOLLINI, Rafael. “Manifiestos Argentinos. Políticas de lo visual 1900-2000”. Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2011, p. 72-75 y 83-87.
[4] MUÑOZ, Miguel Ángel. “Un campo para el arte argentino. Modernidad artística y nacionalismo en torno al Centenario”, en Wechsler, Diana (coord.). Desde la otra vereda. Momentos en el debate por un arte moderno en la Argentina (1880-1960). Buenos Aires, Ediciones del Jilguero, 1998.
[5] Op.Cit.

Los Artistas del Pueblo - Arte y política en Buenos Aires (1915-1930)



Facio Hebequer - Calle Corriente - Serie Buenos Aires -  1940

Si buscamos el momento en que el arte y la acción político - social comenzaron a vincularse en el desarrollo artístico de nuestro país, debemos remontarnos en el tiempo al siglo XX y sus comienzos. En dicha época se planteaba, desde el campo del arte, el debate entre pintura y escultura y conformación de la identidad nacional. En medio de un espacio donde se buscaba en el paisaje pampeano y provincial y la representación de tipos y costumbres el anclaje del “ser argentino”, un grupo de artistas provenientes de las masas trabajadores encontraron una alternativa a esta solución instituida desde el ámbito académico.

Guillermo Facio Hebequer, Adolfo Bellocq, Abraham Vigo, José Arato y Agustín Riganelli son quienes constituyen en grupo denominado “Los Artistas del Pueblo”, cuyo accionar entre 1915 y 1930 buscó la renovación de los lenguajes plásticos y cuestionó activamente los ámbitos de exhibición, legitimación y circulación del arte.

Abraham Vigo - Fin de jornada - Serie La Quema - 1936
Dos características sirven de punto de partida para la comprensión del arte y las acciones del grupo: por un lado la elección del grabado como técnica artística, por otro su afiliación al anarquismo a nivel político. Habiéndose conocido compartiendo estudios en la Sociedad Estímulo Bellas Artes, aprendieron la técnica del grabado con Pío Collivadino, quien influyó en el grupo con sus obras de temática citadina y de suburbios. Facio tenía su taller instalado en el barrio de La Boca, lo cual los vinculó con los artistas del barrio, como Benito Quinquela Martín y Santiago Stagnaro. Ámbito de inmigrantes, en su mayoría italianos, La Boca era un barrio de conventillos, astilleros, frigoríficos y debates políticos. Las ideas anarquistas y socialistas traídas del Viejo Continente calaban hondo en los trabajadores, cuyas condiciones laborales y de vida eran paupérrimas. La conciencia de que la revolución social era la vía para superar dichas penurias  se expandió gracias a la acción de los sindicalistas en las reuniones de trabajadores. Los artistas mencionados partiparon activamente en este proceso de difusión ideológica a través de sus grabados (litografías, aguafuertes y aguatintas, xilografías). Desde una estética clara y comprensible, representaron a la clase trabajadora, a la cual pertenecían: el hombre trabajador, la mujer sostén de familia, la vida en el conventillo, las reuniones sindicales, el trabajo, los desclasados, el arrabal porteño, fueron los temas que representaron, desde la concepción de que el arte servía como acción directa para mostrar y modificar la realidad, e impulsar a la revolución social que modificaría el régimen del capitalismo.

Adolfo Bellocq - Nocturno en La Boca - 1917
Siguiendo la línea anarquista ideológica, el grupo entendía que la clave de renovación en el arte estaba en considerarlo un trabajo, cuyo actor era el artista trabajador quien, mediante las obras, podía transformar la realidad en la que vivía y concientizar a la sociedad. El oficio del grabado, la ilustración de periódicos de izquierda y la realización de escenografías para las puesta en escena de las obras del Teatro del Pueblo fueron los ámbitos propicios para el anclaje de estas ideas. Y no sólo actuaron desde las obras: formaron parte de la creación de la Sociedad de Artistas Pintores y Escultores (1917) y de la constitución del Salón de los Recusados (1914) y del Salón de Independientes (1918). Estas medidas constituyeron el núcleo de sus acciones directas contra los ámbitos de legitimación y exhibición oficiales, a saber la Academia Nacional de Bellas Artes, el Salón Nacional y la Comisión Nacional de Bellas Artes. Dichos espacios alternativos buscaban ampliar el campo artístico, agrupar a los artistas y posibilitar ámbitos de exposición a artistas que no entraban dentro del circuito instituido y legitimador.

Agustín Riganelli - Madre del Pueblo
Las publicaciones periódicas cuyas páginas ilustraron eran de tirada amplia y circulaban entre los trabajadores. “La Montaña”, “Claridad”, “Los Pensadores” y “Bandera Proletaria” son ejemplos de las mismas, así como también sus obras supieron encontrarse entre los libros de Elías Castelnuovo y  Leónidas Barletta. La vinculación entre el colectivo de artistas y la Editorial Claridad marcó la polémica que se dio en la época entre el Grupo de Boedo y el Grupo de Florida. El primero estaba vinculado con la Editorial Claridad y con intelectuales, escritores y artistas de raigambre proletaria e ideología de izquierda. El Grupo de Florida supo estar conformado por las figuras relacionadas con la publicación “Martín Fierro”, editada entre 1924-1927, como Jorge Luis Borges, Evar Méndez, Oliverio Girondo, Emilio Pettoruti y Xul Solar, entre otros. La dicotomia entre ambos polos se daba a nivel político y a nivel artístico siendo dos fuerzas que, en el período, abogaron por la renovación de los lenguajes plásticos y supieron adentrarse en las discusiones acerca de la Modernidad, el llamado Arte Moderno y su influencia en el campo artístico porteño.

Arato - Sin título
El carácer político y social de los Artistas del Pueblo buscó renovar el campo artístico de nuestro país desde el pueblo mismo, desde su lucha y sus condiciones de vida, lo cual hace del grupo un actor fundamental en el contexto de la época, plagado de contradicciones, luchas sindicales y conflictos sociales que seguirían su curso durante las siguientes décadas del siglo.






Oscar Masotta: el teórico argentino del Pop



La figura de Oscar Masotta (1930-1979) es relevante dentro del círculo intelectual argentino a partir de las década del 50 por múltiples motivos. Entre 1953 y 1959 escribió en la revista “Contorno”, desde donde desarrolló un nuevo estilo de crítica literaria influenciado por el existencialismo de Sartre y el marxismo hegeliano. En la década de los 60`s introdujo el estructuralismo y la semiología en sus escritos sobre el campo artístico y fue de los primero teóricos en introducir el psicoanálisis lacaniano en el país. Crítico de arte, ensayista, psicoanalista, observador de la realidad y la cultura de nuestro país, Masotta fue un hombre de amplios conocimientos que fue aplicando a la teoría del arte, constituyendose así su legado en un hito dentro de la historiografía en la materia.

Vinculado al Instituto Di Tella en los 60`s, supo vivir las experiencias pop y conceptuales (happenings, performances, instalaciones), a las cuales analizó desde una lectura semiológica-estructural, haciendo énfasis en el  estudio del lenguaje y el impacto de los medios masivos de comunicación y las tecnologías de la información en la cultura de masas. Levi-Strauss, Roland Barthes, Umberto Eco, Susan Sontag, Marshall McLuhan fueron la base teórica, atravesada por el marxismo, que supo influir en los conceptos expuestos por Masotta en sus publicaciones: “El Pop Art” (1966) y “Happenings” (1967). Él mismo fue productor de happenings como “El Helicóptero”,  “El Mensaje Fantasma” y “Para inducir al espíritu de la imagen” (1966).

En “El Pop Art”, Masotta teoriza acerca del pop en Estados Unidos y en Argentina. Para organizar un corpus teórico coherente apela al análisis de Warhol, Lichtenstein, Indiana, Segal, entre otros, y menciona la obra de los “imagineros argentinos”: aquellos artistas que considera pueden nuclearse dentro de una línea crítica a la estética de la imagen, aunque ve claramente una pluralidad de posiciones que a veces los mantienen en los límites del  arte pop. Santantonin, Renart, Stoppani, Squirru, Wells y Minujin son aquellos a quienes dedica sus palabras. Influyó en el grupo de artistas conformado por Jacoby, Escari y Costa en la escritura del manifiesto “Arte de los Medios de Comunicación” (1966).

Las conclusiones a las que llega Masotta acerca del arte pop son claras: en principio plantea que se produce una reproducción de símbolos ya existentes. Hace una crítica al “realismo” del movimiento diciendo que se representa lo representado. Con esto se refiere a que el hombre, en sociedad, se vincula a través de un sistema de comunicación donde el medio, el mensaje y la decodificación del mismo son fundamentales, así como el contexto de la situación comunicativa. Lo representado existe ya de antemano, ha sido creado por el hombre con antelación, y es representado en el pop art, que toma aquello perteneciente a la cultura de masas, aquellos productos de las comunicaciones y la información que se  masificaron luego de la Segunda Guerra Mundial. Masotta aclara que el arte pop es popular en tanto es arte vuelto a los productores de la cultura popular.

Como movimiento, nos dirá el teórico, el pop intenta “rebajar” la estructura de la imagen al “status” de signo semiológico, con el fin de hacer problemática la relación entre la imagen y el objeto real al que se refiere. Esto constituye así mismo una crítica radical a la cultura estética que ve a la subjetividad o al “yo” como centro de las significaciones del mundo, denominada por él “subjetividad centrada”. Ya no importa el sentimiento o la inspiración del artista: el mismo toma un símbolo de la cultura de masas, aprehensible a todos aquellos que comparten en la sociedad el mismo acervo visual y simbólico, y lo vuelve a presentar en forma de obra de arte.

Acuñando la frase “Después del Pop, nosotros desmaterializamos” teorizó acerca de las nuevas formas artísticas que surgían en la Buenos Aires de fines de los sesentas. La desmaterialización de la obra concreta, plástica o escultórica, abre las posibilidades a un sin fin de expresiones donde el público participa activamente, los artistas plantean problemáticas concretas y donde se cuestionan cánones tradicionales vinculados a la comunicación, la sociedad y la cultura.

El aporte de Masotta a la historiografía argentina es relevante y revelador, en tanto fue el primero en aunar conceptos multidisciplinarios en la construcción de una teoría aplicable a las problemáticas artísticas surgidas en su tiempo.