jueves, 11 de julio de 2013

Edmonia Lewis: la escultura neoclásica estadounidense


Desafiando estereotipos, rompiendo barreras

La historia define al Neoclasicismo como el movimiento artístico surgido, entre otras cuestiones, del deseo de recuperar las huellas del pasado. Un pasado con raigambre en la Grecia clásica y la Roma imperial, redescubiertas a la luz de las excavaciones arqueológicas. Los hallazgos de las mismas influyeron profundamente  en el arte del momento, dejándose de lado la voluptuosidad del barroco y el refinamiento del rococó para dar paso a una purificación estilística vinculada con el canon clásico.

Las esculturas de Mary Edmonia Lewis (New York 1844 – Roma 1907) pueden denominarse neoclásicas concretamente desde lo formal . Pero más allá del estilo, lo que subyace es mucho más interesante. Haciendo un recorte de su obra encontramos en la misma dos temáticas interesantes y no convencionales: lo afroamericano, en vinculación con la Guerra de Secesión estadounidense, y lo nativo americano. La primera temática tiene que ver con el contexto social, político y económico específico de la época en la que Lewis realizó las esculturas. La segunda tiene que ver con la influencia que ejerció en ella la lectura de “La canción de Hiawatha”, poema de 1855 escrito por Henry Wadsworth Longfellow. Pero sobre todo, ambos tópicos tiene una raíz más: forman parte de la historia personal de la artista.

Lewis nació en Estados Unidos, hija de madre india nativa americana y padre haitiano, descendiente de africanos. Quedó huérfana de madre de pequeña, su padre desapareció y quedó a cargo de su hermano mayor, viviendo dentro de la comunidad indígena a la que perteneciera su familia. Ingresó en un instituto de artes liberales privado así de refinado como discriminatorio, aunque en ese momento se jactaba de aceptar a estudiantes de color. Habiendo sufrido numerosos abusos, el mismo año en que se dictó la Proclamación de Emancipación (1863, declara la libertad de los esclavos en los territorios confederados) se le negó a Lewis la posibilidad de continuar sus estudios. Su condición de género y su color de piel, pero sobre todo este último factor, complicaban su inclinación artística. Pero Lewis se propuso desafiar los estereotipos y seguir adelante con su vocación, rompiendo con las barreras que el contexto le ponía.

En medio de los coletazos de la guerra civil comenzó su obra. Su primera escultura relevante fue el busto del Coronel Robert Gould Shaw, comandante del primer regimiento de color devastado en una emboscada en combate. Shaw se convirtió en un héroe de la comunidad afroamericana y en un motivo iconográfico reconocible de las luchas por la libertad. Con dicho mármol  la artista comenzó a forjarse un nombre, acción que le permitió viajar con el apoyo del círculo abolicionista de Boston a Roma. Allí puliría su estilo neoclásico a la luz de los “grandes maestros”, visitando museos y entrando en contacto con otros artistas. Realizó varios encargos provenientes de Estados Unidos, a donde regresó a continuar su labor unos años más tarde. En su época, Lewis gozó de cierto reconocimiento, a pesar de que  los críticos contemporáneos solían omitir o su género o su descendencia en las crónicas que la citaban. Pero aun en este contexto excluyente logró llegar lejos: uno de los mayores hitos de su carrera fue convertirse en la primera escultora mujer afroamericana en participar en la Exposición Centenaria de Filadelfia en 1876. Posteriormente regresó a Europa, donde falleció hacia 1907. El último período de su vida se halla indocumentado.

Lo primero que atrae de Lewis, al conocerla, es su historia. Al ver luego su obra nos encontramos con esculturas en mármol en diversos tamaños, que siguen los cánones del Neoclasicismo como movimiento estilístico, base académica que se enseñaba por aquel entonces y al que adherían muchos artistas tanto en América como en Europa. La idealización de los personajes, el equilibrio formal, el tratamiento del desnudo en las figuras masculinas y el decoro en la vestimenta de las figuras femeninas, las expresiones uniformes en los rostros independientemente de la acción narrada, son algunas de las características que recorren su obra. Pero también podemos pensar que quizás el deseo neoclásico de recuperación del pasado se conjugó con el deseo de Lewis de poner en valor la historia de sus raíces y la lucha por la igualdad. Aquí el estilo es el que une como nexo su historia personal y su obra. Además debemos contemplar el hecho de que nunca nada le fue fácil, siendo mujer, de color y escultora. Quizás no hubo una elección por su parte en desarrollar su obra dentro de los cánones neoclásicos, ya que era el estilo imperante, pero podemos leer en algún nivel que este amoldarse al estilo puede haber tenido que ver con cierta necesidad de poder crear a pesar de las condiciones en las que se hallaba. Así también en su historia vemos su necesidad de insertarse socialmente en círculos de aceptación, en hechos como el haber abandonado su nombre indio (Wildfire) y su religión nativa para bautizarse. El deseo personal y artístico de Lewis de “pertenecer” la hizo abandonar mucho de aquello que constituía su bagaje identitario, pero su obra fue el reservorio donde sí pudo expresar su verdadera identidad y reivindicarla.

La innovación en sí, que enriquece a la figura de la artista con un plus de significación extra, se halla en la temática principalmente. Dos son las vías principales y originales que sigue la obra de Lewis: lo nativo americano y lo afroamericano, relacionado con la abolición de la esclavitud. Habiendo padecido en carne propia injusticias cotidianas por su origen, Lewis supo poner en obra aquella lucha por la igualdad de derechos de las comunidades de descendientes de africanos, y el rescate de los pueblos originarios de su país. Si bien también realizó obras con temática religiosa e histórica, entre las que se destaca la escultura de “La muerte de Cleopatra” (1867), mucho más llamativas son aquellas que representan los temas mencionados. “Forever free”  (1867) es una de las primeras esculturas, sino la primera, en representar a un esclavo liberto y fue realizada cuando aun, si bien se había abolido la esclavitud en la Constitución en 1865, el tema estaba lejos de ser sencillo y la estructura del sistema no estaba totalmente desarmada. Lewis rompe con los estereotipos representando los albores de la libertad: la figura masculina todavía está encadenada, legalmente es libre pero en los hechos aun no los es. La artista representa claramente la situación que se vive en el momento de transición, complejo y violento, sabe que todavía falta mucho tiempo para que la libertad sea concreta. Lo nativo americano cruza su obra en esculturas como “The marriage of Hiawatha” (1866) y los bustos de “Hiawatha” y “Minnehaha”, ambos de 1868. Ambos fueron inspirados como se dijera anteriormente por el poema épico de Henry Wadsworth Longfellow de 1855, “La canción de Hiawatha”, que narra la historia del héroe nativo que buscó unir a las tribus del norte de América en una confederación. Nuevamente aquí la idea de unidad y paz, así como el rescate de la historia de los pueblos originarios, apareces reivindicados como tema en la obra de la escultora.

Edmonia Lewis vivió y creó en un contexto histórico complejo, que le ponía más trabas que las puertas que se le podían abrir. Sin embargo no bajó los brazos frente a la adversidad: siguió su vocación y logró convertirse en la primera escultora de origen africano e indígena reconocida por la historia del arte en Estados Unidos. Su obra reflejó su propia historia, cruzada por la lucha por los derechos de la comunidad a la que pertenecía, dándole voz a aquellos que no la tenían.


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