Desafiando
estereotipos, rompiendo barreras
La historia define al
Neoclasicismo como el movimiento artístico surgido, entre otras cuestiones, del
deseo de recuperar las huellas del pasado. Un pasado con raigambre en la Grecia
clásica y la Roma imperial, redescubiertas a la luz de las excavaciones
arqueológicas. Los hallazgos de
las mismas influyeron profundamente en
el arte del momento, dejándose de lado la voluptuosidad del barroco y el
refinamiento del rococó para dar paso a una purificación estilística vinculada
con el canon clásico.
Las
esculturas de Mary Edmonia Lewis (New York 1844 – Roma 1907) pueden denominarse
neoclásicas concretamente desde lo formal . Pero más allá del estilo, lo que
subyace es mucho más interesante. Haciendo un recorte de su obra encontramos en
la misma dos temáticas interesantes y no convencionales: lo afroamericano, en
vinculación con la Guerra de Secesión estadounidense, y lo nativo americano. La
primera temática tiene que ver con el contexto social, político y económico
específico de la época en la que Lewis realizó las esculturas. La segunda tiene
que ver con la influencia que ejerció en ella la lectura de “La canción de
Hiawatha”, poema de 1855 escrito por Henry Wadsworth Longfellow. Pero sobre
todo, ambos tópicos tiene una raíz más: forman parte de la historia personal de
la artista.
Lewis nació en Estados
Unidos, hija de madre india nativa americana y padre haitiano, descendiente de
africanos. Quedó huérfana de madre de pequeña, su padre desapareció y quedó a
cargo de su hermano mayor, viviendo dentro de la comunidad indígena a la que
perteneciera su familia. Ingresó en un instituto de artes liberales privado así
de refinado como discriminatorio, aunque en ese momento se jactaba de aceptar a
estudiantes de color. Habiendo sufrido numerosos abusos, el mismo año en que se
dictó la Proclamación de Emancipación (1863, declara la libertad de los
esclavos en los territorios confederados) se le negó a Lewis la posibilidad de
continuar sus estudios. Su condición de género y su color de piel, pero sobre
todo este último factor, complicaban su inclinación artística. Pero Lewis se
propuso desafiar los estereotipos y seguir adelante con su vocación, rompiendo
con las barreras que el contexto le ponía.
En medio de los
coletazos de la guerra civil comenzó su obra. Su primera escultura relevante
fue el busto del Coronel Robert Gould Shaw, comandante del primer regimiento de
color devastado en una emboscada en combate. Shaw se convirtió en un héroe de
la comunidad afroamericana y en un motivo iconográfico reconocible de las
luchas por la libertad. Con dicho mármol
la artista comenzó a forjarse un nombre, acción que le permitió viajar
con el apoyo del círculo abolicionista de Boston a Roma. Allí puliría su estilo
neoclásico a la luz de los “grandes maestros”, visitando museos y entrando en
contacto con otros artistas. Realizó varios encargos provenientes de Estados
Unidos, a donde regresó a continuar su labor unos años más tarde. En su época,
Lewis gozó de cierto reconocimiento, a pesar de que los críticos contemporáneos solían omitir o su
género o su descendencia en las crónicas que la citaban. Pero aun en este
contexto excluyente logró llegar lejos: uno de los mayores hitos de su carrera
fue convertirse en la primera escultora mujer afroamericana en participar en la
Exposición Centenaria de Filadelfia en 1876. Posteriormente regresó a Europa,
donde falleció hacia 1907. El último período de su vida se halla indocumentado.
Lo primero que atrae de
Lewis, al conocerla, es su historia. Al ver luego su obra nos encontramos con
esculturas en mármol en diversos tamaños, que siguen los cánones del Neoclasicismo
como movimiento estilístico, base académica que se enseñaba por aquel entonces
y al que adherían muchos artistas tanto en América como en Europa. La
idealización de los personajes, el equilibrio formal, el tratamiento del
desnudo en las figuras masculinas y el decoro en la vestimenta de las figuras
femeninas, las expresiones uniformes en los rostros independientemente de la
acción narrada, son algunas de las características que recorren su obra. Pero
también podemos pensar que quizás el deseo neoclásico
de recuperación del pasado se conjugó con el deseo de Lewis de poner en valor
la historia de sus raíces y la lucha por la igualdad. Aquí el estilo es el que
une como nexo su historia personal y su obra. Además debemos contemplar el
hecho de que nunca nada le fue fácil, siendo mujer, de color y escultora.
Quizás no hubo una elección por su parte en desarrollar su obra dentro de los
cánones neoclásicos, ya que era el estilo imperante, pero podemos leer en algún
nivel que este amoldarse al estilo puede haber tenido que ver con cierta
necesidad de poder crear a pesar de las condiciones en las que se hallaba. Así
también en su historia vemos su necesidad de insertarse socialmente en círculos
de aceptación, en hechos como el haber abandonado su nombre indio (Wildfire) y
su religión nativa para bautizarse. El deseo personal y artístico de Lewis de
“pertenecer” la hizo abandonar mucho de aquello que constituía su bagaje
identitario, pero su obra fue el reservorio donde sí pudo expresar su verdadera
identidad y reivindicarla.
La
innovación en sí, que enriquece a la figura de la artista con un plus de significación
extra, se halla en la temática principalmente. Dos son las vías
principales y originales que sigue la obra de Lewis: lo nativo americano y lo
afroamericano, relacionado con la abolición de la esclavitud. Habiendo padecido
en carne propia injusticias cotidianas por su origen, Lewis supo poner en obra
aquella lucha por la igualdad de derechos de las comunidades de descendientes
de africanos, y el rescate de los pueblos originarios de su país. Si bien
también realizó obras con temática religiosa e histórica, entre las que se
destaca la escultura de “La muerte de Cleopatra” (1867), mucho más llamativas
son aquellas que representan los temas mencionados. “Forever free” (1867) es una de las primeras esculturas, sino
la primera, en representar a un esclavo liberto y fue realizada cuando aun, si
bien se había abolido la esclavitud en la Constitución en 1865, el tema estaba
lejos de ser sencillo y la estructura del sistema no estaba totalmente
desarmada. Lewis rompe con los estereotipos representando los albores de la
libertad: la figura masculina todavía está encadenada, legalmente es libre pero
en los hechos aun no los es. La artista representa claramente la situación que
se vive en el momento de transición, complejo y violento, sabe que todavía
falta mucho tiempo para que la libertad sea concreta. Lo nativo americano cruza
su obra en esculturas como “The marriage of Hiawatha” (1866) y los bustos de
“Hiawatha” y “Minnehaha”, ambos de 1868. Ambos fueron inspirados como se dijera
anteriormente por el poema épico de Henry Wadsworth Longfellow de 1855, “La
canción de Hiawatha”, que narra la historia del héroe nativo que buscó unir a
las tribus del norte de América en una confederación. Nuevamente aquí la idea
de unidad y paz, así como el rescate de la historia de los pueblos originarios,
apareces reivindicados como tema en la obra de la escultora.
Edmonia Lewis vivió y
creó en un contexto histórico complejo, que le ponía más trabas que las puertas
que se le podían abrir. Sin embargo no bajó los brazos frente a la adversidad:
siguió su vocación y logró convertirse en la primera escultora de origen
africano e indígena reconocida por la historia del arte en Estados Unidos. Su
obra reflejó su propia historia, cruzada por la lucha por los derechos de la
comunidad a la que pertenecía, dándole voz a aquellos que no la tenían.
Publicado en CRAC! Magazine - #9 - Neoclasicismo